¿Cómo vivimos los conflictos?
Vivimos en una sociedad donde la tendencia de huir de los conflictos nos enseña que la mejor solución de un conflicto es evitarlo. El conflicto nos resta energía y no merece la pena desgastarse.
Esto nos provoca cierto malestar cuando nos vemos arrastrados emocionalmente por un conflicto y no conseguimos evitarlo. Este se convierte en una carga pesada en la que no nos queda otra que enfrentarnos a él y pelear hasta resolverlo.
No siempre vamos a conseguir solucionar el conflicto con las expectativas deseadas, pero el hecho de enfrentarnos hace que movilicemos todos nuestros recursos y nuestra creatividad. Esta energía va a provocar una reacción en nuestro cerebro que va a colocarnos en otro lugar del conflicto, va a provocar que lo miremos desde otro punto de vista. Hemos cambiado el enfoque y esto va a permitirnos encontrar nuevas ideas de resolución, nuevas alternativas, distintas maneras de enfrentarlo.
La vida es una continua lucha por la supervivencia. Las células de nuestro cuerpo están en continuo cambio, luchando por la vida, enfrentándose a las amenazas internas de nuestro cuerpo y las externas del medio en donde vivimos. Este es el conflicto principal que nuestro cuerpo está resolviendo día a día, y sin embargo lo realizamos de forma automática, sin reparar en ello, y sin agradecerle lo bien que lo hace.
Podemos enfocar los conflictos en los que nos vemos inmersos de la misma manera, aceptando que forman parte de nuestra vida y de nuestro aprendizaje. Que nos hacen desarrollarnos y mejorar. Es más, el hecho de tener una vida con pocos conflictos nos lleva a perder la capacidad de crecimiento, de renovación, de incertidumbre, nos resta soltura a la hora de encajar los continuos cambios de la vida, una enfermedad, una lesión, un despido, una separación…
Así es, como he mencionado antes, cuestión de perspectiva.
Vamos a desarrollar nuestra creatividad en nuestro día a día, y eso nos va a facilitar las acciones en la resolución de los diferentes conflictos. Y para ello tenemos que ensayar diferentes formas de resolver el mismo problema, antes de que suceda. Tenemos que salir de nuestra zona de confort y experimentar las distintas sensaciones que sentimos ante las dificultades: miedo, angustia, inseguridad, torpeza, duda… Estas sensaciones nos hacen ver nuestra vulnerabilidad y nos coloca en un terreno inestable de aprendizaje que estimula la potencialidad que tenemos y que no estamos desarrollando debido a que evitamos esta zona de aprendizaje…
Todas esas sensaciones que aparecen y que nos inquietan, tenemos que aprender a reconocerlas, a aceptarlas como parte de nuestra identidad. Somos todo eso también, es esta fragilidad la que nos hace humanos y la que nos permite evolucionar como humanidad.
¿Cómo podemos sacar utilidad de los problemas?
Cualquier problema que no podemos resolver supone un bloqueo personal del que nos es difícil desprendernos e ignorarlo, agota nuestra energía, nos quita el sueño, nos altera el carácter, nos impide comer de forma sana, nos provoca malas digestiones. De la misma manera, resulta paradójico plantearse que un hecho aparentemente malo o perjudicial pueda derivar en un aprendizaje. Es aquí donde está nuestro reto, tenemos que conseguir que, durante el proceso de incertidumbre, nuestra actitud sea diferente.
Cuando un nuevo conflicto aparece en nuestra vida, este debe ser aceptado con una actitud de crecimiento, con la atención necesaria para descubrir nuestra oportunidad de mejora personal. Para ello, antes de criticarlo y echarnos las manos a la cabeza, debemos analizarlo con cierta distancia emocional, echamos un paso para atrás y así podemos ver la magnitud de la situación, del alcance del problema y las consecuencias de las diferentes opciones de resolución, en qué momento nos llega este problema, por qué nos está afectando, qué emociones hace emerger de nuestro interior, cuales no tienen que ver con el conflicto…
Lo más sencillo por regla general será resolverlo de forma directa, como lo hemos hecho siempre, acción-reacción. Pero si nos permitimos bucear en el problema se nos presentan múltiples posibilidades de solución, y todas ellas nos dejan un poso en nosotros y en el resto de las personas que se verán afectadas por nuestra forma de resolverlo.
En la vida todo es aprendizaje, tanto las experiencias positivas como las negativas. Debemos valorar lo afortunados que somos al poder descubrir nuevos aspectos y ampliar las fronteras de nuestro mundo estable y ordenado. Nuestro control está limitado por la incertidumbre de la vida. Huir de esta incertidumbre nos lleva al sufrimiento y a la inseguridad.
Decía el filósofo Sócrates: “Conócete a ti mismo”, esta frase antigua y tan actual, nos coloca en la tesitura de que para crecer como persona es necesario tomar consciencia de nuestras limitaciones y salir a explorar el alcance de nuestras capacidades…
Esta experiencia, para lo bueno y para lo malo, no podemos evitarla sin pagar peaje como dijimos antes. Por ello, tomar conciencia y enfocar los problemas desde el punto de vista del crecimiento personal y el autoconocimiento nos ayuda a enfocar los conflictos y a delimitar consecuentemente el impacto negativo que puede provocar en nosotros, ampliando su alcance y sus múltiples soluciones.
A veces este proceso está muy alejado de nuestras posibilidades, ya que tenemos una posición en la vida demasiado pasiva y adormecida. Para ello, te invito a salir de tu anestesia vital y descubrir ¿Quién eres en realidad?, ¿Cuál es el alcance de tus posibilidades?, ¿Cuál es tu finalidad en esta vida?, ¿Para qué fin estás aquí?…
Todas estas y otras preguntas tienen respuesta, si te atreves a descubrirlas.
Ya estás en el camino…no hay atajos.
Ahora te toca mover.