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¿Quieres ser sirena o ballena?

Cuando utilizamos las redes sociales, de vez en cuando nos llegan cosas interesantes, que nos hacen reflexionar, como este texto que encontré y que ha sido reproducido en diferentes blogs.

Es un texto que hace que me cuestione los estereotipos de género, y que debido a mi deformación profesional me ha llevado a una crítica, no solo de los estándares sociales de belleza, sino además de los tópicos y condicionamientos en cuanto a la salud, al éxito, sobre las masculinidades, el ideal de pareja, el concepto de ciudadano, etc.

Esta reflexión me ha permitido despertar la conciencia sobre lo dormidos y dormidas que estamos ante la maquinaria social, una maquinaria de consumo que nos empuja incansablemente y que nos marca unos patrones sociales que nos hacen sufrir constantemente. Esta insatisfacción en el adulto es hasta cierto punto, dependiendo de la fortaleza personal y momento vital, asumida y acallada, pero en un adolescente esta insatisfacción constante y la comparación con patrones de consumo, puede ser muy peligrosa. La presión social, va a condicionar la configuración de su debut como adulto/a, reproduciendo los modelos populares en redes sociales, películas y publicidad. Esta etapa, va a condicionar el resto de su vida, sus decisiones, las relaciones que mantendrá, cómo se va a relacionar con sus iguales. Comenzará una carrera hacia la aceptación social, hacia el éxito, hacia su libertad, una carrera imposible de ganar, una carrera sin fin.  Es una carrera en círculo, como el burro y el palo con la zanahoria, nos ponemos las orejeras para no despistarnos y nuestro deseo delante de nuestros ojos, cerca de nuestras manos. Nuestro sueño, ¿nuestro?, lo podemos conseguir, con esfuerzo, siendo inteligentes, con un poco de suerte, es cuestión de no parar… Cuánto sufrimiento innecesario.

Os transcribo el texto:

Hace algún tiempo a la entrada de un gimnasio, se podía ver un cartel con la foto de una chica de físico espectacular y la siguiente frase:

«¿Este verano qué quieres ser, sirena o ballena?»

Una mujer decidió responder a la pregunta publicitaria de esta manera:

Estimados Sres.: Las ballenas están siempre rodeadas de amigos (delfines, leones marinos, humanos curiosos). Tienen una vida sexual muy activa, se embarazan y tienen ballenitas de lo más tiernas a las que amamantan. Se lo pasan bomba con los delfines poniéndose moradas de camarones. Juegan y nadan surcando los mares, conociendo lugares tan maravillosos como La Patagonia, el mar de Barens o los arrecifes de Coral de la Polinesia. Las ballenas cantan muy bien y hasta graban CD’s. Son impresionantes y casi no tienen más depredador que los humanos. Son queridas, defendidas y admiradas por casi todo el mundo.

Las sirenas no existen. Y si existieran harían colas en las consultas de los psicoanalistas porque tendrían un grave problema de personalidad: ‘¿mujer o pescado?’ No tienen vida sexual porque matan a los hombres que se acercan a ellas, además… ¿por dónde? Así que tampoco tienen hijos. Son bonitas, es verdad, pero solitarias y tristes.

Además ¿Quién querría acercarse a una chica que huele a pescado?

Yo lo tengo claro, quiero ser ballena.

PD: En esta época en que los medios de comunicación nos meten en la cabeza la idea de un ideal de belleza imposible, prefiero disfrutar de un helado con mis hijos, de una buena cena con un hombre que me haga vibrar, de un café con pastas con mis amigos. Con el tiempo ganamos peso porque al acumular tanta información en la cabeza, cuando ya no hay más sitio, se reparte por el resto del cuerpo, así que no estamos gordas, somos tremendamente cultas. Desde hoy cuando me vea el culo en el espejo pensaré, madre mía, lo lista que soy… Autora desconocida

 

Es genial la debilidad en la que nos colocamos arrastrados por este consumo de belleza, por este troquelado social, que nos clasifica por nuestra imagen física, por nuestro éxito social, por la profesión que hemos elegido o por el barrio en el que vivimos.

Nos es muy difícil soltarnos de ese condicionamiento y transformarlo en nuestra fortaleza, no desde una justificación defensiva, sino desde un argumento de vida, un discurso de insumisión que nos haga visible esta rebeldía social, para visibilizar todas las voces diversas que están silenciadas y dañadas por esta presión.

Enseñemos a las generaciones más jóvenes, a nuestros hijos e hijas, a nuestros alumnos/as, a que esta maquinaria de consumo no determine nuestra felicidad por no alcanzar sus estándares. Es más, rebelémonos a ser como nos imponen. Reivindiquemos ser como nos dé la gana ser, con nuestras diferencias, con nuestros defectos, con nuestras rarezas, y no permitamos que nadie nos juzgue por cómo es nuestro aspecto físico, por cómo pensamos, por lo que tenemos o por nuestro éxito social. En lugar de eso, pongamos en valor, lo que aportamos a esta sociedad, lo importante que es nuestra contribución en la comunidad y lo necesarios que somos para que la máquina se mueva.

Solo sintiéndonos parte de esta sociedad, sintiéndonos importantes y necesarios/as, conseguiremos la independencia para poder transformarla y enseñar a participar en este cambio social.